Anoche me atreví a observar mis alas.
Me puse delante del espejo y miré tímidamente. No veía nada raro, ninguna protuberancia, ningún elemento extraño. Sólo vi un cuerpo humano reflejado en un cristal. Y entonces lo descubrí, era como una sombra transparente, un punto de luz más brillante. Entendí su fragilidad al instante.
Ahora creo que mis alas son de cristal. Pues presiento que si me caigo al suelo se romperán. ¡Y no podré reemprender el vuelo!
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